23 dic 2013

HISTORIA VINCENT MERMAIDER-EVA REDFIELD PARTE I

Aquí está el comienzo de la historia de la primera pareja que he hecho. La historia se desarrolla en el lugar de donde es Vince, un lugar inventado por mí llamado Himesi, con lo que los nombres y lugares que aparecen en esta historia son cosecha mía.


Vince asomó la cabeza y logró ver la cúpula más alta de las ocho que adornaban su hogar, y acarició, contento, a Sirena.

-¡Ya veo el palacio!-le comentó a uno de sus escoltas.

-Yo también, Nis-le respondió el escolta. Vincent le miró detenidamente. Llevaba sirviendo a los Mermaider unos seis años, desde que él entrara en la Escuela de Magia, y sabía que se llamaba Cai. Tenía la cabeza cubierta por un turbante color gris, cubierto, a su vez, por un casco azul marino. Los ojos eran de un tono azul claro, y tenía la tez oscura, propio de un atïtecano. Su mandíbula era fuerte y cuadrada, con unas patillas de espeso cabello negro que le discurrían por los pómulos. Vestía una túnica grisácea debajo de una armadura azul marino, y unos bombachos a rayas azules y grises, con unas babuchas grises. Al lado derecho llevaba la lanza, mientras que en el lado izquierdo llevaba un escudo decorado con la sirena de los Mermaider, resaltando así su fidelidad a esa casa. En la cintura llevaba una espada larga y un sable. Vince sabía que los demás soldados de su casa tenían el mismo uniforme, él mismo se había puesto uno no hace mucho.

<<Por desgracia>>pensó.

Ya habían llegado a la puerta principal de Mímia. La ciudad estaba situada en el Lago Macirmerm, cuyo tamaño se podría comparar al del Lago Gigante Carmín de la vecina Lailaa. Una muralla rodeaba todo el perímetro de ésta, y una segunda separaba su palacio del resto de la ciudad. La puerta estaba controlada por otros dos soldados de su madre, y en todas partes se lucía el blasón de los Mermaider, una serpiente plateada sobre fondo gris y azul marino. Tras pasar por la puerta, le recibió todo un desfile en su honor. Todos los habitantes estaban en la calles, y Vince les saludó y observó a medida que éstos le tiraban pétalos de flores de loto grises y azules. La ciudad estaba organizada en cuatro calles principales, que coincidían con las cuatro entradas a la ciudad y al palacio. Las demas calles simplemente se trataban de pequeñas callejuelas, con alguna plazoleta ocasional donde se celebraban mercados y eventos públicos. Los edificios eran rectangulares, hechos de adobe blanco, con decoraciones azules o grises. Vince había ido de joven por muchas de esas callejuelas, ya que tenía amigos entre los habitantes de Mímia, y solía escabullirse del palacio para jugar con ellos en una de esas plazas. Vince recordaba que el suelo de la plaza estaba hecho de baldosas grises y azules, que formaban un entramado de cuadros. En el centro había una fuente sencilla, que más bien actuaba como pozo, ya que era redonda y achatada. Lo único que la hacía sobresalir del resto de las fuentes era que una escultura de una sirena la sujetaba, y Vince y sus amigos solían deslizarse por la cabellera de ésta hacia la fuente. Ahora esos amigos tenían grandes puestos en el palacio, uno era maestro armero, otro cocinero...Vince sonrió al recordar esos recuerdos.

El palacio de los Mermaider estaba situado en otro lago, en este caso, artificial, en el centro de Mímia. Cuatro pasillos que flotaban sobre el lago situados en las cuatro puertas conectaban el palacio con el resto de la ciudad. El palacio en sí estaba formado pro una nave rectangular, donde residían seis de las ocho cúpulas, y donde se realizaban todo tipo de actividades y un porche circular en el norte, que se utilizaba de puerta principal, coronado por otro arco, donde se encontraba el establo, y donde a veces se recibía a las visitas si el tiempo era favorable. La parte de atrás constaba de un torreón, de donde colgaba el blasón de los Mermaider, y se alojaban Vince, su familia y sus sirvientes. También constituía la única defensa del palacio, pero nunca había hecho falta, ya que la situación estratégica y las murallas de Mímia habían mantenido a cualquier intruso fuera de la ciudad.

Se dirigieron al palacio por la puerta principal. Atravesaron el pasillo, con la maravillosa vista del jardín del loto, como lo llamaban los bardos que hablaban de Mímia, ya que en el lago había loto y nenúfares, junto con ranas y libélulas. En el porche les estaba esperando su hermana Vedrana. Vince se bajó de Sirena y le tendió las riendas a su caballerizo, un chico de escaso pelo castaño y ojos negros de nombre Ciaran, al que llamaban Ciar el Equino. Acto seguido se refugió en los brazos de su hermana mayor, y la observó detenidamente.

Su hermana tenía tres años más que él, pero aparentaba más, como solía pasar entre los miembros de su familia. Él mismo aparentaba casi treinta años, pero en realidad tenía diecinueve. Ella tenía una mandíbula pronunciada, y ojos claros, casi grises. Su pelo era ondulado y de color chocolate, recogido en un moño, con algunos mechones sueltos. Desde que estaba prometida al príncipe de Atïtec, lucía una corona plateada con detalles de serpientes marinas. Vestía un vestido tradicional atïtecano, de colores gris y azul marino, con las mangas y los bajos de la falda transparentes. En el corpiño llevaba un diseño de sirenas plateadas, y su anillo de la mano derecha llevaba escrito la palabra Mermaider.

-Tan preciosa como siempre, Vedry-le alagó Vince. Vedrana soltó una risita.

-¡Pero si me viste apenas unos meses!-ordenó a sus sirvientes que llevaran las alforjas de Vince a sus habitaciones, y se sentó en la mesa del porche. Vince se sentó a su lado.

-¿Y madre?-preguntó.

-Está en la capital merendando con mi señora suegra. Al parecer, van a acordar nuevos tratados comerciales-le explicó su hermana, tranquila.

-Bien-le respondió Vince.-¿Por eso tú estás aquí en lugar de con tu príncipe?

-En efecto-afirmó Vedrana.-Ean me ha dicho que me echará de menos, pero con madre en la corte y tú en la guerra, alguien tenía que quedarse aquí.

-¿No podrías haber dejado a cargo a Imani? Es el consejero, su misión es cuidar al pueblo cuando falta el nis-preguntó Vince, extrañado.

-¿No te lo han contado?-dijo Vedrana, repentinamente apenada.-Imani ha muerto. Se cayó al lago para salvar a un niño, y los dos se ahogaron.

-Santa Ynvi, Imani no-Vince recordaba al mayordomo, también había sido institutor de su hermana y él, y solía llevarles golosinas a las clases.-Por eso tuviste que quedarte aquí, claro.-Vedrana asintió.-Pobre de su familia. ¿Qué van a hacer sin él?

-Les he alojado en el palacio, por el momento, hasta que puedan pagar la casa que tenían antes. Tidir trabaja en las cocinas, y los niños limpian el torreón-miró a su hermano, y lo vio apenado. Decidió entonces cambiar de tema.-Bueno, he oído que conociste a alguien en la guerra, ¿no?

-Sí-Vince se puso rojo al recordar a Neasa Attene.-La verdad es que la conocía de la Escuela, y siempre me había gustado, e Iris la reclutó para la guerra así que, al acabar, me declaré a ella.

-¿Y?-le animó a seguir Vedrana, intrigada.

-Me dijo que no le gustaba-Vince recordaba cuando se declaró, animado por sus amigos, a Neasa. “Eres majo, Vince, pero no creo que funcionaría.” Esas fueron sus palabras exactas. Vince se quedó hecho polvo, pero, gracias a los ánimos de sus amigos, pudo olvidarse de ella.

-Bueno, seguro que encontrarás a alguien-le animó su hermana.-He oído que la hija de los Macen está soltera.

-¿Ananta la puerca? Creo que paso. Esa chica es más fea que las ranas del jardín-bromeó Vince.

-Veo que no has perdido tu humor-comentó Vedrana, entre risas. Luego se puso seria.-Bueno, debes saber que esta tarde me vuelvo a Ca Cerim. Ahora que ya estás aquí, serás el Nis hasta que vuelva madre.

-Me parece lo correcto-asintió Vince.-Dale a Ean un beso de mi parte, pero que no sea muy largo, que si no se va a hacer ideas raras-sonrió al oír la risa de su hermana. Después se encaminó hacia sus habitaciones de toda la vida.