Vince
no recordaba que ser un Nis fuera tan aburrido. De pequeño
acompañaba, junto con su hermana, a su madre a las peticiones del
pueblo. Recordaba que su madre, aunque sabia, hacía muchas bromas y
trataba a los plebeyos de igual a igual. Imani siempre se sentaba a
su lado, y les comentaba las decisiones de su madre, siempre con un
toque satírico. Luego tuvo que ir a la Escuela de Magia, sin su
hermana ya que, al ser la heredera, tenía que prepararse para
sustituir a su madre y convertirse en Nis cuando ella falleciera.
Claro que, el heredero ahora era Vince, ya que Vedry se iba a unir a
los Cadde, familia real de Atïtec, y los reyes estipularon que
controlar a la vez Mímia y Atïtec sería mucho poder. Pero aún así
no debería de haber de ser tan aburrido. Vince echaba parte de la
culpa a sus nuevos consejeros.
En
los consejos de los Nis atïtecanos, solo había tres consejeros
además del Nis, representando los tres estados del agua, elemento
vital de Atïtec. También se había estipulado que, una vez se
cambiaba de Nis, también lo hacían sus consejeros, dando paso a sus
aprendices. Y a Vincent no le gustaban nada los aprendices.
El
Consejero de las Infraestructuras, también llamado el Bloque de
Hielo, en este caso era un tal Martin Riccen, demasiado inexperto
para administrar todo relaccionado con lo cívico. Su antecesor, el
Maestro Arend, aunque un gran arquitecto, era bastante vago, y no
había pensado en buscarse un aprendiz hasta que Vedrana se prometió a
Ean Cadde, con lo que apenas era un chico que probablemente fuera
un carpintero ejemplar, pero demasiado inútil para administrar algo
que no fuera su serrucho, con lo que muchas veces se trababa la
lengua cuando hablaba, sudaba mucho cuando tomaba decisiones y, la
mitad de las veces, resultaban erróneas y Vince las tenía que
corregir.
El
Consejero del Dinero, o la Cascada Rugiente, estaba mucho más
preparado, ya que era el hijo de su antecesor, Emilis Livelye,
llamado Hamish. El problema era que era heahlo, y no comprendía muy
bien las costumbres de los atïtecanos, al contrario que su padre,
que se adaptó muy bien, y ponía más capital en los parques y
jardines que, por ejemplo, en el sueldo de los trabajadores o el
ocio, muy importante para los atïtecanos. Era simpático y
agradable, aunque un poco corto de entendederas, y se burlaban
constantemente de él todo el mundo.
Por
último, el Consejero de la Magia, o el Vapor Púrpura, era el que
mejor hacía su trabajo, desgraciadamente. Carmine Ravenne siempre
había sido el rival de Vince durante su infancia, siempre sacándole
de sus casillas, y presumiendo sobre sus asombrosos conjuros. Por
desgracia, no había cambiado mucho, y siempre se oponía a las
decisiones de Vince y se quejaba por todo, tratando mal a los
plebeyos y criticando a sus compañeros.
Pese
a todo, Vince intentaba poner al mal tiempo buena cara, y durante las
primeras horas de la mañana demostraba buen humor e incluso bromeaba
y alababa a los plebeyos de vez en cuando, pero a medida que avanzaba
el día y sus consejeros empezaban a enfadarle cada vez más, se
volvía más seco y malhumorado. Tanto le aburría su nueva condición
que, dos semanas después de llegar al Palacio Sirena, estuvo tentado
de escribir a su madre apremiándola para que volviera de su viaje a
la capital.
-Nis
Mermaider, tenemos un último tema que discutir-le apremió Hamish,
sacudiéndole levemente el brazo. Vince se aclaró la garganta,
distraído.
-Sí,
sí, que pase-dos guardias abrieron las puertas que daban paso a la
sala de audiencias, y entró una mujer de mediana edad, robusta, de
pelo duro, corto y negro y duros ojos ambarinos. Se trataba de
Ditte Vadd, la jefa de las cocinas del Palacio.
-Nis-comenzó,
haciendo una leve reverencia hacia Vince,-anoche se nos coló en las
cocinas una joven que decía ser de un lugar llamado Idhún. Estaba
muy débil, así que le dimos algo de comer y la alojamos en una
habitación. El Sabio Ciaran está sonsacando información sobre ella
en estos momentos. Me parecía oportuno que lo supiera, Nis.
-Buen
trabajo, Ditte-le felicitó Vince, que estaba inquieto por saber
más sobre la joven. -Creo que la visitaré ahora mismo.-Ditte
abandonó la sala, mientras Martin le agarraba fuertemente del
brazo.
-Pero,
Nis...-comenzó.
-A
ver, ¿queda alguien más por ser atendido hoy?-Martin negó con la
cabeza.-Pues ya está. Además, ya sabéis lo mucho que me gustan las
chicas-añadió, con un tono picarón. Y, sin más dilación, se
encaminó, seguido por sus dos guardias personales, hacia el torreón,
donde se encontraban todas las habitaciones.
Vince
sabía en que habitación se encontraba la chica, ya que el palacio
solo disponía de dos habitaciones para invitados, y una de ellas
estaba ocupada por una de sus tías, que había llegado de visita
apenas unos días antes. Llegó hasta la puerta y la abrió
suavemente, indicando antes con un gesto a sus guardias que esperaran
tras la puerta.
La
habitación era bastante simple, revestida con papel de color gris y
una alfombra emulando el emblema de la casa Mermaider. Databa de una
gran cama recubierta por sábanas con los colores de la casa, un
pequeño armario con filigranas de sirenas, y una puerta sencilla que
conducía al cuarto de baño. Se había colocado una silla frente a
la cama, y en ella estaba sentado un hombre asïsebiano mayor,
totalmente calvo a excepción de una pequeña barba de chivo que le
cubría la barbilla; leyendo un libro. En la cama había un bulto
durmiendo. Al oír a Vince llegar, el hombre cerró el libro, le miró
e hizo una reverencia.
-Nis-susurró.-No
esperaba verle tan pronto.
-No
tenía nada mejor que hacer-sonrió Vince, sentándose en la silla
que el sabio había dejado libre al levantarse, y se inclinó hacia
la cama para ver a la joven.
Era
un poco más joven que él, de piel muy pálida, casi de porcelana.
Tenía el pelo castaño claro, a la altura de los hombros, y
destacaba en él que la parte inferior del cabello era de un color
rosa chillón. Tenía una expresión serena, y llevaba puesto un
extraño colgante hexagonal.
-Guapa,
¿no?-le susurró una voz al oído. Vince, se volvió, sonrojado, y
descubrió que se trataba del Sabio Ciaran, que se había acercado.
-¿Te
ha dicho algo sobre lo qué está haciendo aquí?-preguntó Vince,
más calmado.
-Sí-dijo
el sabio. Cogió un cojín de la cama y se sentó encima de él, al
estilo atïtecano.-Para empezar, proviene de un lugar llamado Idhún.
-Sí,
ya me lo conto Ditte. Pero, ¿de verdad existe ese lugar? ¿Y dónde
está?-insistió Vince, curioso.
-¡Claro
que existe, Nis! Recuerda que el Mundo Mágico está continuamente en
expansión, ya que, cada vez que algún terráqueo imagina algo
nuevo, se forma una nueva especie y...-empezó a explicar el Sabio
Ciaran.
-Sí,
sí, asistí a tus clases de pequeño, Ciaran-le interrumpió
Vince.-Pero, ¿dónde se encuentra exactamente?
-Se
encuentra, según este libro-golpeó el libro que se estaba
leyendo,-dentro de Liuteira, en el continente español. Se denomina a
sí mismo continente, y perviven criaturas tales como los Varu,
parecidos a los Zora de Hyrule, o Gigantes, muy distintos a los
encontrados en Magiyai.
-¿Y
qué hace aquí?
-Me
ha dicho que sus padres le dijeron algo muy duro para ella, y se
escapó de Idhún. Llegó de algún modo hasta Bihayr, y le dijeron
que Atïtec era un gran lugar para empezar de cero. En Ua Tedmett le
hablaron de Mímia, y quiso comprobarlo por ella misma. La pobre ha
ido andando desde el Gran Puerto hasta aquí, y está exhausta-le
explicó.
-¿Y
cómo se llama?-preguntó Vince, mirando a la chica.
-No
me lo ha querido decir.
De
repente la chica abrió sus preciosos ojos marrones, que irraidaban
una luz solo visible si se miraba atentamente. Emitió un leve
bostezo, se volvió hacia donde Vince y el Sabio Ciaran se encontraban,
y se quedó mirando a Vince, confusa. El Sabio comprendió a lo que
se refería al momento: la joven no conocía al Nis.
-Éste
es Vincent Mermaider, nuestro Nis-le presentó.-Os dejaré solos, que
yo también necesito descansar-dicho esto, abandonó la estancia,
dejando a Vince con aquella chica tan fascinante.