15 feb 2014

HISTORIA VINCENT MERMAIDER-EVA REDFIELD PARTE II






 
Vince no recordaba que ser un Nis fuera tan aburrido. De pequeño acompañaba, junto con su hermana, a su madre a las peticiones del pueblo. Recordaba que su madre, aunque sabia, hacía muchas bromas y trataba a los plebeyos de igual a igual. Imani siempre se sentaba a su lado, y les comentaba las decisiones de su madre, siempre con un toque satírico. Luego tuvo que ir a la Escuela de Magia, sin su hermana ya que, al ser la heredera, tenía que prepararse para sustituir a su madre y convertirse en Nis cuando ella falleciera. Claro que, el heredero ahora era Vince, ya que Vedry se iba a unir a los Cadde, familia real de Atïtec, y los reyes estipularon que controlar a la vez Mímia y Atïtec sería mucho poder. Pero aún así no debería de haber de ser tan aburrido. Vince echaba parte de la culpa a sus nuevos consejeros.


En los consejos de los Nis atïtecanos, solo había tres consejeros además del Nis, representando los tres estados del agua, elemento vital de Atïtec. También se había estipulado que, una vez se cambiaba de Nis, también lo hacían sus consejeros, dando paso a sus aprendices. Y a Vincent no le gustaban nada los aprendices.


El Consejero de las Infraestructuras, también llamado el Bloque de Hielo, en este caso era un tal Martin Riccen, demasiado inexperto para administrar todo relaccionado con lo cívico. Su antecesor, el Maestro Arend, aunque un gran arquitecto, era bastante vago, y no había pensado en buscarse un aprendiz hasta que Vedrana se prometió a Ean Cadde, con lo que apenas era un chico que probablemente fuera un carpintero ejemplar, pero demasiado inútil para administrar algo que no fuera su serrucho, con lo que muchas veces se trababa la lengua cuando hablaba, sudaba mucho cuando tomaba decisiones y, la mitad de las veces, resultaban erróneas y Vince las tenía que corregir.


El Consejero del Dinero, o la Cascada Rugiente, estaba mucho más preparado, ya que era el hijo de su antecesor, Emilis Livelye, llamado Hamish. El problema era que era heahlo, y no comprendía muy bien las costumbres de los atïtecanos, al contrario que su padre, que se adaptó muy bien, y ponía más capital en los parques y jardines que, por ejemplo, en el sueldo de los trabajadores o el ocio, muy importante para los atïtecanos. Era simpático y agradable, aunque un poco corto de entendederas, y se burlaban constantemente de él todo el mundo.


Por último, el Consejero de la Magia, o el Vapor Púrpura, era el que mejor hacía su trabajo, desgraciadamente. Carmine Ravenne siempre había sido el rival de Vince durante su infancia, siempre sacándole de sus casillas, y presumiendo sobre sus asombrosos conjuros. Por desgracia, no había cambiado mucho, y siempre se oponía a las decisiones de Vince y se quejaba por todo, tratando mal a los plebeyos y criticando a sus compañeros.


Pese a todo, Vince intentaba poner al mal tiempo buena cara, y durante las primeras horas de la mañana demostraba buen humor e incluso bromeaba y alababa a los plebeyos de vez en cuando, pero a medida que avanzaba el día y sus consejeros empezaban a enfadarle cada vez más, se volvía más seco y malhumorado. Tanto le aburría su nueva condición que, dos semanas después de llegar al Palacio Sirena, estuvo tentado de escribir a su madre apremiándola para que volviera de su viaje a la capital.


-Nis Mermaider, tenemos un último tema que discutir-le apremió Hamish, sacudiéndole levemente el brazo. Vince se aclaró la garganta, distraído.


-Sí, sí, que pase-dos guardias abrieron las puertas que daban paso a la sala de audiencias, y entró una mujer de mediana edad, robusta, de pelo duro, corto y negro y duros ojos ambarinos. Se trataba de Ditte Vadd, la jefa de las cocinas del Palacio.


-Nis-comenzó, haciendo una leve reverencia hacia Vince,-anoche se nos coló en las cocinas una joven que decía ser de un lugar llamado Idhún. Estaba muy débil, así que le dimos algo de comer y la alojamos en una habitación. El Sabio Ciaran está sonsacando información sobre ella en estos momentos. Me parecía oportuno que lo supiera, Nis.


-Buen trabajo, Ditte-le felicitó Vince, que estaba inquieto por saber más sobre la joven. -Creo que la visitaré ahora mismo.-Ditte abandonó la sala, mientras Martin le agarraba fuertemente del brazo.


-Pero, Nis...-comenzó.


-A ver, ¿queda alguien más por ser atendido hoy?-Martin negó con la cabeza.-Pues ya está. Además, ya sabéis lo mucho que me gustan las chicas-añadió, con un tono picarón. Y, sin más dilación, se encaminó, seguido por sus dos guardias personales, hacia el torreón, donde se encontraban todas las habitaciones.


Vince sabía en que habitación se encontraba la chica, ya que el palacio solo disponía de dos habitaciones para invitados, y una de ellas estaba ocupada por una de sus tías, que había llegado de visita apenas unos días antes. Llegó hasta la puerta y la abrió suavemente, indicando antes con un gesto a sus guardias que esperaran tras la puerta.


La habitación era bastante simple, revestida con papel de color gris y una alfombra emulando el emblema de la casa Mermaider. Databa de una gran cama recubierta por sábanas con los colores de la casa, un pequeño armario con filigranas de sirenas, y una puerta sencilla que conducía al cuarto de baño. Se había colocado una silla frente a la cama, y en ella estaba sentado un hombre asïsebiano mayor, totalmente calvo a excepción de una pequeña barba de chivo que le cubría la barbilla; leyendo un libro. En la cama había un bulto durmiendo. Al oír a Vince llegar, el hombre cerró el libro, le miró e hizo una reverencia.


-Nis-susurró.-No esperaba verle tan pronto.


-No tenía nada mejor que hacer-sonrió Vince, sentándose en la silla que el sabio había dejado libre al levantarse, y se inclinó hacia la cama para ver a la joven.


Era un poco más joven que él, de piel muy pálida, casi de porcelana. Tenía el pelo castaño claro, a la altura de los hombros, y destacaba en él que la parte inferior del cabello era de un color rosa chillón. Tenía una expresión serena, y llevaba puesto un extraño colgante hexagonal.


-Guapa, ¿no?-le susurró una voz al oído. Vince, se volvió, sonrojado, y descubrió que se trataba del Sabio Ciaran, que se había acercado.


-¿Te ha dicho algo sobre lo qué está haciendo aquí?-preguntó Vince, más calmado.


-Sí-dijo el sabio. Cogió un cojín de la cama y se sentó encima de él, al estilo atïtecano.-Para empezar, proviene de un lugar llamado Idhún.


-Sí, ya me lo conto Ditte. Pero, ¿de verdad existe ese lugar? ¿Y dónde está?-insistió Vince, curioso.


-¡Claro que existe, Nis! Recuerda que el Mundo Mágico está continuamente en expansión, ya que, cada vez que algún terráqueo imagina algo nuevo, se forma una nueva especie y...-empezó a explicar el Sabio Ciaran.


-Sí, sí, asistí a tus clases de pequeño, Ciaran-le interrumpió Vince.-Pero, ¿dónde se encuentra exactamente?


-Se encuentra, según este libro-golpeó el libro que se estaba leyendo,-dentro de Liuteira, en el continente español. Se denomina a sí mismo continente, y perviven criaturas tales como los Varu, parecidos a los Zora de Hyrule, o Gigantes, muy distintos a los encontrados en Magiyai.


-¿Y qué hace aquí?


-Me ha dicho que sus padres le dijeron algo muy duro para ella, y se escapó de Idhún. Llegó de algún modo hasta Bihayr, y le dijeron que Atïtec era un gran lugar para empezar de cero. En Ua Tedmett le hablaron de Mímia, y quiso comprobarlo por ella misma. La pobre ha ido andando desde el Gran Puerto hasta aquí, y está exhausta-le explicó.


-¿Y cómo se llama?-preguntó Vince, mirando a la chica.


-No me lo ha querido decir.


De repente la chica abrió sus preciosos ojos marrones, que irraidaban una luz solo visible si se miraba atentamente. Emitió un leve bostezo, se volvió hacia donde Vince y el Sabio Ciaran se encontraban, y se quedó mirando a Vince, confusa. El Sabio comprendió a lo que se refería al momento: la joven no conocía al Nis.


-Éste es Vincent Mermaider, nuestro Nis-le presentó.-Os dejaré solos, que yo también necesito descansar-dicho esto, abandonó la estancia, dejando a Vince con aquella chica tan fascinante.