24 feb 2014

HISTORIA V

Esta historia la he empezado al terminar un exámen de Historia, y estoy muy orgulloso de ella. Puede que incluso la presente al concurso de relatos de mi colegio, no sé.


Solo el destino puede saber lo que a uno le depara. Solo él tiene el poder de dictar el rumbo de todas las cosas, y decidir su futuro. Mucha gente piensa que es algo inmaterial e impredecible, pero en algo se equivocan. El destino es un ser, que vigila cada paso que das, cada bocanada de aire que expulsas, cada latido de tu corazón... y su nombre es Destiny.


Destiny está cansada. Saber todo y no saber nada a la vez es un trabajo agotador, y suele estar mentalmente exhausta. Está sentada en la misma sala oscura de siempre, de rodillas, con los ojos cerrados, decidiendo el futuro de millones de seres en apenas milésimas de segundos. Lleva haciendo esto durante eones. De vez en cuando alguien le visita, como el Sentido Común o el Engaño, pero siempre por un corto espacio de tiempo, unos dos segundos a lo sumo, y por interés personal. Muchas veces se siente como si estuviera conectada a una máquina y no pudiera desconectarse; aunque claro, pensaba poco, ya que su trabajo le impedía hacer otra cosa que no fuera decidir. Y eso hacía.
Una gota cae desde una hoja hacia el suelo, donde se fragmenta en gotas más pequeñas. Una de ellas se funde con el suelo y cinco se unen para juntarse con otras en un charco cercano. La última se queda en el suelo, quieta durante una media hora, hasta que es absorbida por el subsuelo.
Al mismo tiempo, un águila se dispone a lanzarse a por una serpiente que está debajo de ella, pero ésta suelta veneno de sus colmillos sin previo aviso y el águila cae, muerta, al suelo. La serpiente se dispone a devorarla, cuando aparece otro águila y la atrapa entre sus garras, furiosa. La serpiente, en un ataque de pánico, se retuerce y cae al suelo, pero el golpe es demasiado fuerte y muere en el acto.
Pero aún había más cosas que estaban ocurriendo. Un joven pide matrimonio a su novia. Un perro entierra su hueso de plástico en un parque. La rama de un árbol se parte por culpa del viento. Un bebé nonato muere en el vientre de su aliento. El virus de la malaria infecta a un joven expedicionario. Una abeja muere al aguijonear a un bebé gato, que también muere. Muerte, muerte y muerte. Vida, vida y vida. Evento bueno, evento malo. Decisión buena, decisión mala. Muerte. Vida. Vida. Muerte. Muerte...¿Muerte?
Destiny frunce el ceño. Alguien había desobedecido sus órdenes. Algo había esquivado el destino. Intentó localizar quién lo había hecho, pero nuevos sucesos continuaban apareciendo, y a Destiny le faltaba tiempo. Tiempo. Siempre tiempo. Si solo tuviera un poco de tiempo...






Son las cuatro de la tarde en Bristol. Nate se prepara para abandonar la biblioteca, donde lleva todo el día estudiando. Apaga su iPod, se lo guarda en uno de los bolsillos de su chubasquero amarillo, y se lo pone. Coge su mochila, que descansaba en un lado de la mesa, y deposita todos sus libros en ella. Se la carga al hombro, y sale del edificio. Va hacia la parada del autobús, fijándose en detalles de su ciudad natal. En un edificio cercano hay un grafiti de un perro enorme y, bajo él, dos jóvenes fuman y charlan despreocupadamente. Una joven pasa por delante de él con unos cascos puestos, y una pareja de ancianos se dispone a abandonar el portal de su edificio. En la parada del autobús solo hay un hombre de aspecto hindú, vestido con traje y corbata.
-Buenas tardes-le saluda, con un ligero acento indio.
-Buenas tardes-le responde Nate.
Tras diez minutos el autobús aparece. El conductor es un hombre calvo, de cara roja y abultada tripa. Nate le enseña el bono de autobús, éste lo pica, y Nate se sienta en uno de los asientos delanteros, puesto que en el autobús solo hay una señora mayor con una bolsa de un supermercado cercano. Se pasa el resto del trayecto mirando la lluvia caer, pensando.
Desde pequeño siempre ha creído que hay algo observándolo desde arriba, una fuerza misteriosa que controla todos sus movimientos. Por eso había decidido estudiar teología, ya que quería descubrir si alguien pensaba como él y, si así era, quién o qué era aquella fuerza. Pero, a medida que avanzaba en la carrera, se iba dando cuenta de que todos los dioses, todos los entes que existían en las diversas religiones, eran en realidad una cosa, un "todo", como él lo llamaba, que tenía diversas facetas. Había estado pensando en ello durante varios meses, y aún no había llegado a ninguna conclusión, pero sentía que estaba llegando a alguna parte. Sí tan solo pudiera llegar a identificar quién era ese "todo", podría resolver su problema. Sabía que ese "todo" era capaz de determinar el rumbo de las personas, su lugar en la vida. Sabía todo y a la vez no sabía nada.


Destiny frunce el ceño. Se encuentra en la misma postura que veinte años atrás, aunque para ella ha pasado en menos de un soplo. Aquel chico estaba a punto de descubrir su existencia, y eso sería fatal, para todos por igual. Trata de hacer que a la anciana que va en el autobús con el chico le de un ataque al corazón, pero ya es tarde. Nuevas decisiones vienen a la cabeza de Destiny, y el chico hace caso omiso de ella, como si estuviera en un río y Destiny le tendiera la mano para sacarle, pero el la rechazara, y, antes de que pudiera volver a ayudarle, más personas vinieran para que ella les salve, y el chico continuara por el río, ajeno a su presencia.

15 feb 2014

HISTORIA VINCENT MERMAIDER-EVA REDFIELD PARTE II






 
Vince no recordaba que ser un Nis fuera tan aburrido. De pequeño acompañaba, junto con su hermana, a su madre a las peticiones del pueblo. Recordaba que su madre, aunque sabia, hacía muchas bromas y trataba a los plebeyos de igual a igual. Imani siempre se sentaba a su lado, y les comentaba las decisiones de su madre, siempre con un toque satírico. Luego tuvo que ir a la Escuela de Magia, sin su hermana ya que, al ser la heredera, tenía que prepararse para sustituir a su madre y convertirse en Nis cuando ella falleciera. Claro que, el heredero ahora era Vince, ya que Vedry se iba a unir a los Cadde, familia real de Atïtec, y los reyes estipularon que controlar a la vez Mímia y Atïtec sería mucho poder. Pero aún así no debería de haber de ser tan aburrido. Vince echaba parte de la culpa a sus nuevos consejeros.


En los consejos de los Nis atïtecanos, solo había tres consejeros además del Nis, representando los tres estados del agua, elemento vital de Atïtec. También se había estipulado que, una vez se cambiaba de Nis, también lo hacían sus consejeros, dando paso a sus aprendices. Y a Vincent no le gustaban nada los aprendices.


El Consejero de las Infraestructuras, también llamado el Bloque de Hielo, en este caso era un tal Martin Riccen, demasiado inexperto para administrar todo relaccionado con lo cívico. Su antecesor, el Maestro Arend, aunque un gran arquitecto, era bastante vago, y no había pensado en buscarse un aprendiz hasta que Vedrana se prometió a Ean Cadde, con lo que apenas era un chico que probablemente fuera un carpintero ejemplar, pero demasiado inútil para administrar algo que no fuera su serrucho, con lo que muchas veces se trababa la lengua cuando hablaba, sudaba mucho cuando tomaba decisiones y, la mitad de las veces, resultaban erróneas y Vince las tenía que corregir.


El Consejero del Dinero, o la Cascada Rugiente, estaba mucho más preparado, ya que era el hijo de su antecesor, Emilis Livelye, llamado Hamish. El problema era que era heahlo, y no comprendía muy bien las costumbres de los atïtecanos, al contrario que su padre, que se adaptó muy bien, y ponía más capital en los parques y jardines que, por ejemplo, en el sueldo de los trabajadores o el ocio, muy importante para los atïtecanos. Era simpático y agradable, aunque un poco corto de entendederas, y se burlaban constantemente de él todo el mundo.


Por último, el Consejero de la Magia, o el Vapor Púrpura, era el que mejor hacía su trabajo, desgraciadamente. Carmine Ravenne siempre había sido el rival de Vince durante su infancia, siempre sacándole de sus casillas, y presumiendo sobre sus asombrosos conjuros. Por desgracia, no había cambiado mucho, y siempre se oponía a las decisiones de Vince y se quejaba por todo, tratando mal a los plebeyos y criticando a sus compañeros.


Pese a todo, Vince intentaba poner al mal tiempo buena cara, y durante las primeras horas de la mañana demostraba buen humor e incluso bromeaba y alababa a los plebeyos de vez en cuando, pero a medida que avanzaba el día y sus consejeros empezaban a enfadarle cada vez más, se volvía más seco y malhumorado. Tanto le aburría su nueva condición que, dos semanas después de llegar al Palacio Sirena, estuvo tentado de escribir a su madre apremiándola para que volviera de su viaje a la capital.


-Nis Mermaider, tenemos un último tema que discutir-le apremió Hamish, sacudiéndole levemente el brazo. Vince se aclaró la garganta, distraído.


-Sí, sí, que pase-dos guardias abrieron las puertas que daban paso a la sala de audiencias, y entró una mujer de mediana edad, robusta, de pelo duro, corto y negro y duros ojos ambarinos. Se trataba de Ditte Vadd, la jefa de las cocinas del Palacio.


-Nis-comenzó, haciendo una leve reverencia hacia Vince,-anoche se nos coló en las cocinas una joven que decía ser de un lugar llamado Idhún. Estaba muy débil, así que le dimos algo de comer y la alojamos en una habitación. El Sabio Ciaran está sonsacando información sobre ella en estos momentos. Me parecía oportuno que lo supiera, Nis.


-Buen trabajo, Ditte-le felicitó Vince, que estaba inquieto por saber más sobre la joven. -Creo que la visitaré ahora mismo.-Ditte abandonó la sala, mientras Martin le agarraba fuertemente del brazo.


-Pero, Nis...-comenzó.


-A ver, ¿queda alguien más por ser atendido hoy?-Martin negó con la cabeza.-Pues ya está. Además, ya sabéis lo mucho que me gustan las chicas-añadió, con un tono picarón. Y, sin más dilación, se encaminó, seguido por sus dos guardias personales, hacia el torreón, donde se encontraban todas las habitaciones.


Vince sabía en que habitación se encontraba la chica, ya que el palacio solo disponía de dos habitaciones para invitados, y una de ellas estaba ocupada por una de sus tías, que había llegado de visita apenas unos días antes. Llegó hasta la puerta y la abrió suavemente, indicando antes con un gesto a sus guardias que esperaran tras la puerta.


La habitación era bastante simple, revestida con papel de color gris y una alfombra emulando el emblema de la casa Mermaider. Databa de una gran cama recubierta por sábanas con los colores de la casa, un pequeño armario con filigranas de sirenas, y una puerta sencilla que conducía al cuarto de baño. Se había colocado una silla frente a la cama, y en ella estaba sentado un hombre asïsebiano mayor, totalmente calvo a excepción de una pequeña barba de chivo que le cubría la barbilla; leyendo un libro. En la cama había un bulto durmiendo. Al oír a Vince llegar, el hombre cerró el libro, le miró e hizo una reverencia.


-Nis-susurró.-No esperaba verle tan pronto.


-No tenía nada mejor que hacer-sonrió Vince, sentándose en la silla que el sabio había dejado libre al levantarse, y se inclinó hacia la cama para ver a la joven.


Era un poco más joven que él, de piel muy pálida, casi de porcelana. Tenía el pelo castaño claro, a la altura de los hombros, y destacaba en él que la parte inferior del cabello era de un color rosa chillón. Tenía una expresión serena, y llevaba puesto un extraño colgante hexagonal.


-Guapa, ¿no?-le susurró una voz al oído. Vince, se volvió, sonrojado, y descubrió que se trataba del Sabio Ciaran, que se había acercado.


-¿Te ha dicho algo sobre lo qué está haciendo aquí?-preguntó Vince, más calmado.


-Sí-dijo el sabio. Cogió un cojín de la cama y se sentó encima de él, al estilo atïtecano.-Para empezar, proviene de un lugar llamado Idhún.


-Sí, ya me lo conto Ditte. Pero, ¿de verdad existe ese lugar? ¿Y dónde está?-insistió Vince, curioso.


-¡Claro que existe, Nis! Recuerda que el Mundo Mágico está continuamente en expansión, ya que, cada vez que algún terráqueo imagina algo nuevo, se forma una nueva especie y...-empezó a explicar el Sabio Ciaran.


-Sí, sí, asistí a tus clases de pequeño, Ciaran-le interrumpió Vince.-Pero, ¿dónde se encuentra exactamente?


-Se encuentra, según este libro-golpeó el libro que se estaba leyendo,-dentro de Liuteira, en el continente español. Se denomina a sí mismo continente, y perviven criaturas tales como los Varu, parecidos a los Zora de Hyrule, o Gigantes, muy distintos a los encontrados en Magiyai.


-¿Y qué hace aquí?


-Me ha dicho que sus padres le dijeron algo muy duro para ella, y se escapó de Idhún. Llegó de algún modo hasta Bihayr, y le dijeron que Atïtec era un gran lugar para empezar de cero. En Ua Tedmett le hablaron de Mímia, y quiso comprobarlo por ella misma. La pobre ha ido andando desde el Gran Puerto hasta aquí, y está exhausta-le explicó.


-¿Y cómo se llama?-preguntó Vince, mirando a la chica.


-No me lo ha querido decir.


De repente la chica abrió sus preciosos ojos marrones, que irraidaban una luz solo visible si se miraba atentamente. Emitió un leve bostezo, se volvió hacia donde Vince y el Sabio Ciaran se encontraban, y se quedó mirando a Vince, confusa. El Sabio comprendió a lo que se refería al momento: la joven no conocía al Nis.


-Éste es Vincent Mermaider, nuestro Nis-le presentó.-Os dejaré solos, que yo también necesito descansar-dicho esto, abandonó la estancia, dejando a Vince con aquella chica tan fascinante.