22 oct 2014

LOS PORTADORES-CAPÍTULO 1: PRIMERA PARTE

                             CAPÍTULO 1: ENCIENDE TU CORAZÓN: PARTE 1
  Eran las nueve de la mañana en un hostal de Tibilisi. Tras levantarse, asearse y conseguir un desayuno gracias a la amabilidad del hostalero a cambio de servicio más adelante, Ayten salió por fin a la calle.
  Estaban en pleno diciembre, sin embargo, ella no tenía frío. La verdad, no recordaba cuando había sido la última vez que lo había tenido. Últimamente no pensaba mucho, no después de haber abandonado Azerbaijan, hacía ya dos años. ¿O eran tres? Ayten sacudió la cabeza efusivamente, y se sacó una caja de cigarrillos del bolso que había robado hacía unos meses en Tekali. Asegurándose de que nadie la veía, se sacó uno y, tras unos segundos de concentración, se encendió solo.
  Ayten había descubierto su poder sobre el fuego casi al mismo tiempo que abandonó Jabrayil. Ocurrió meses después que los de Nagorno-Karabakh anexionaran su hogar a su territorio por la fuerza. A varios valientes se les ocurrió un plan suicida para echar a los invasores, pero fracasó. Como castigo, la mitad de las casas de Jabrayil ardieron ese día, incluyendo la suya. Recordaba que sólo había pensado que su madre estaba dentro, y que tenía que salvarla. También recordaba otro detalle de vital importancia: no se había quemado.
  Esa misma semana había decidido huir de esa situación y probar suerte en otros lugares. Recordó que poco a poco fue haciéndose amiga del fuego, hasta que aprendió a domarle. Y a ella le encantaba esa sensación de control sobre algo tan descontrolable.
  Tras fumarse el cigarrillo, pensó en lo que haría hasta medio día, donde tendría que ayudar a Kakhi con la comida en el hostal. Se decidió por ir a comprar el periódico, para ver algún anuncio de trabajo. Cada vez se alegraba más de que su tío se hubiera empeñado en enseñarle georgiano, y aún más de que en Georgia también hablaran algo de azerí. Se disponía a desperezarse para encaminarse hacia la papelería más cercana, cuando percibió que la estaban observando. Se dió la vuelta, y descubrió a un joven mirándola descaradamente.
  El joven no aparentaba más de treinta años, y seguía una estética heavy, con chupa de cuero y pantalones de pitillo. Su cabello era lo que más destacaba de él, ya que lo llevaba de los colores del fuego, y con una textura similar al mismo. Sus ojos eran rojos e inquietantes, y tenía la piel de un tono rojizo, como si se hubiera quemado tomando el Sol.
  -შემიძლია დაგეხმაროთ რაღაც?-le espetó en georgiano. El extraño joven soltó una risita, y se acercó un poco más a ella, sin dejar de mirarla.
 -Pues claro que puedes ayudarme-le respondió en un perfecto azerí.-Puedes venir conmigo-acto seguido le agarró del brazo y, en menos de un segundo, los dos habían desaparecido de ese lugar.

  Al despertarse, lo primero que notó Ayten era que estaba rodeada por blanco. Mirase a donde mirase, solo veía blanco. Hasta la ropa que llevaba era de ese color, una sencilla túnica con un extraño símbolo dibujado de un tono gris claro. Lo segundo de lo que se percató fue de que le dolía la mano izquierda. Se la miró, y descubrió un tatuaje con una forma parecida a la de ondas en la superficie del mar grabado en ella. Se quedó mirándolo un buen rato, sin saber que más hacer, hasta que poco a poco el tatuaje fue desapareciendo, y se convirtió en apenas unas líneas dibujadas sobre su mano, que parecían fácilmente borrables.
 Por último, descubrió que estaba tumbada sobre una gran cama, en una habitación. Se levantó y, pisando el frío suelo con los pies descalzos, abrió la puerta que había al otro lado de la sala.
  -Veo que se ha despertado, señorita-le habló uno de los dos guardas que habían apostados frente a su puerta. En un principio no les había visto, ya que parecían estatuas que formaban parte de la decoración del largo pasillo que se extendía ante ella. Eran idénticos el uno al otro, de piel nívea, ojos grises y cabello blanco. Los dos llevaban una armadura del mismo color, con delicadas filigranas plateadas repletas de símbolos, entre los que figuraban el que ella llevaba grabado en su túnica. Ambos llevaban como única arma una lanza de la misma longitud que ellos, de madera blanca y punta expertamente afilada.-Debemos llevarla ante El Observador-Acto seguido uno se colocó detrás suyo, y otro se quedó delante, y empezaron a caminar, obligando a Ayten a hacer lo mismo.


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Lo que dice Ayten en georgiano es: ¿Puedo ayudarte en algo?
Imagen de los 7 elementos (adivinad cuál es cuál):


  


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